Durante
las vacaciones de invierno estuve en Dinamarca con otra familia que acogía a
una estudiante de Sudáfrica, la cual iba a mi instituto y era mi amiga. En
Pascua viaje a Francia con mi padre Klaus y mi hermana Carina. Visitamos París
y el pueblo donde él trabajaba. Además, visité diversas ciudades alemanas con
las dos familias, gracias a los seminarios organizados durante el año por YFU
Deutschland y al viaje de estudios de mi instituto: Dresden, München, Berlin,
Speyer, Rostock, Duisburg…
Ir
al instituto hizo que mi alemán mejorase más rápido y que conociera el sistema
educativo de Alemania, que poco tiene que ver con el español. Al final de curso
aprobé todas las asignaturas y conseguí convalidar el curso. En mi instituto
había cinco estudiantes más de intercambio procedentes de: Colombia, Rumanía,
Bélgica, Sudáfrica y México. Las chicas de las tres últimas nacionalidades y yo
fuimos grandes amigas durante el año. Fue una experiencia preciosa tener amigos
tan diversos, diferentes y e internacionalidades. Todas hablamos siempre en
alemán juntas y compartimos nuestras experiencias y cómo nos sentíamos. Me costó
muchos meses llamar la atención de algunos de mis compañeros de clase. Ahora
diría que mis únicas amigas alemanas fueron Lea y Charlotte, aunque hubo mucha
más gente que me trató bien en el colegio.
Los
últimos cuatro meses del año fueron perfectos porque yo me sentía como en casa.
Las últimas semanas fueron muy tristes y me costó mucho desprenderme del año.
Siempre
sentiré que vuelvo a casa cuando vuele a Alemania y recomendaré a los jóvenes
abrirse y crecer personalmente yendo al extranjero. Vivir un año fuera de casa
es una experiencia que transforma todas tus dificultades, miedos y barreras en
algo muy positivo e irrepetible.
Carmen
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